Solo la verdadera representatividad salvará al Perú

Emil Caillaux
5 min readMar 23, 2019

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Sin una conformación del Congreso que facilite el acceso del pueblo a sus representantes, seguiremos con un poder legislativo desconectado de las necesidades de una nación correctamente indignada.

Bonito, pero cómo hacemos para hacer que funcione bien?

Si algo ha quedado claro de las acciones de este Congreso (y del anterior, y del anterior, ad nauseam, ad infinitum), es que los congresistas no tienen claro que hacen ni para quien trabajan, y, lo que es aún peor, aquellos a quienes dicen representar no tienen un camino directo para llamarles la atención.

¿Qué más podemos concluir de las pauperrímas respuestas de Congresista Julio Rosas en la entrevista que le hace Josefina Miró Quesada de El Comercio (quien merece un premio por su paciencia, amén de agua de azahar y un whisky)? ¿O del triste comentario de Mercedes Aráoz, congresista y también vicepresidenta de la República, que arguye que hay que pagarles más a los congresistas (15,500 soles mensuales) para que estos eviten “la tentación”? ¿O de Jorge del Castillo incluyendo una entrevista con Milagros Leiva para justificar recibir un bono por representación? ¿O Carlos Bruce, que dice que “la ley no lo obliga a rendir cuentas por su semana de representación”?

Terminamos con los ejemplos acá porque sino nunca termina el artículo. El asunto es que ni los congresistas ni el pueblo tienen claro que significa la representación. Y eso es porque, actualmente, la constitución (en minúscula) de nuestros distritos electorales no facilitan suficiente representatividad para y con el pueblo.

Cuando el Congreso Constituyente Democrático cesa funciones en favor del unicameral Congreso de la República en 1995, existía un distrito electoral único en todo el Perú — es decir, todo el país elegía una lista única para los 120 curules, sin consideración a que departamentos estos representaban. Esto cambia en el 2014, donde se establece un distrito electoral múltiple, dividiendo el número de curules por región.

Sin embargo, esto no es suficiente. Si me pasa algo en Lima y por alguna razón tengo que recurrir a mi representante, ¿a cual voy, si Lima tiene 30 curules? ¿Cual me va a decir si, cual me va a decir no? Es decir, el Congreso actual no responde una pregunta esencial para el funcionamiento saludable de una democracia: ¿quién me representa en el legislativo?

La solución es simple: hagamos que el Congreso sea más representativo haciendo que cada curul represente a un distrito electoral dentro de cada región.

Cada diez años se hace un censo nacional. En base a esas cifras y a la composición demográfica y geográfica del país (es decir, cuanta gente hay y dónde vive) se determinan el número de curules por región. Lo que falta en este distrito electoral múltiple es mayor granularidad — asegurarse de que cada congresista represente un distrito por región.

Hagamos el ejercicio con la región del Cusco. Estos son sus seis congresistas actuales:

Fuente: web Congreso de la República

Si Cusco tiene seis curules, cada uno de esos congresistas debería representar a un grupo geodemográfico diferente. Ahora, Cusco como región tiene trece provincias y 112 distritos. Entonces, para mantener el número actual de curules, algunas de estas tendrían que representar a más de una provincia.

Así, Nelly Cuadros no sería solamente “una congresista por Cusco” sino sería “la congresista por el primer distrito del Cusco,” que incluye la ciudad de Cusco (que, con una población de 447,588 según el censo del 2017, merecería tener una representante única, porque dividir la ciudad del Cusco en más de un curul generaría problemas administrativos serios). Entonces quedan 12 distritos y cinco curules. El segundo distrito del Cusco podría ser La Convención (el distrito geográficamente más grande pero solo con 147,148 habitantes) junto con Urubamba (60,709) que lo bordea. El tercer distrito puede ser Calca, Paucartambo (42,504) y Quispicanchi (87,430). Canchis, Canas, y Espinar conforman el cuarto distrito. Chumbivilcas y Acomayo son el quinto, y Paruro con Anta conforman el sexto.

Los distritos no tienen que tener el mismo número de habitantes, y obviamente un distrito que tiene la capital histórica del país tiene cierto peso pero las desventajas de este sistema son mínimas en comparación con las ventajas en representación: los habitantes sabrían exactamente quien los representa en el parlamento nacional y podrían dirigir sus sugerencias, comentarios y quejas a su representante. Éste o ésta podría visitarlos en su distrito, escucharlos y transmitir sus necesidades con soluciones legislativas. Habría mayor transparencia porque quedaría claro si un congresista está expuesto a un lobby que va en contra de las necesidades de su distrito, y los pobladores de éste podrían hacerlo visible.

En un país con tanto conflicto social como el nuestro, este tipo de configuración distrital le daría al pueblo un representante directo para y con el Estado y con el sector privado que opera en esos espacios. Cada congresista sería responsable por reportar, representar y trabajar para y con los intereses de los habitantes de su distrito. No costaría un centavo más, pero generaría un cambio radical en la constitución (con minúscula todavia) del funcionamiento socioeconómico del país.

Hace poco tuve una conversación con alguien que me decía que “el Perú no tiene tradición democrática y por lo tanto la democracia no funciona”, y que era mejor tener “mano dura” y “que un grupo pequeño de personas” manejen el país. Fuera de comparaciones a dictaduras, lo que falta en el Perú no es menos sino más representatividad, asegurándose que la gente se sienta identificada en su Congreso, y que los congresistas sepan exactamente para quien trabajan, con nombre y dirección si es posible. Solo así habrá un contrato social y una conexión directa con la población y una responsabilidad política personal, no solo con el voto sino con una voz directa durante el periodo legislativo.

Las tradiciones democráticas parten desde ése punto, no antes. Y nacen con el establecimiento de obligaciones y responsabilidades cívicas. Eso no es fácil. Esto demora. Pero el aumentar la representatividad en uno de los tres poderes del Estado es un buen primer paso.

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