Nadie sabe para quien trabaja, pero todos, por fin, trabajan

Emil Caillaux
3 min readMar 9, 2019

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De izquierda a derecha: una vicepresidenta que ataca a su predecesor en la PCM por ayudar a defenestrar a un presidente, un presidente que llega al poder por la defenestración anteriormente mencionada, el primer ministro atacado por la vicepresidenta, y un presidente del congreso que antes atacaba a todos los anteriores pero ahora, libre de control partidario, los defiende.

Para entender la peculiaridad de la situación politica peruana actual, es necesario ver a las principales figuras políticas que tenemos y, de paso, recapitular como llegaron a donde llegaron.

Tenemos a:

(1) un presidente que llegó al poder tras la estrépitosa caída del anterior, y que no es miembro oficial del partido oficialista, sino invitado, y que fue interpelado y forzado a renunciar por el congreso actual durante su liderazgo en un ministerio, y llevado casi al exilio como embajador en Canadá;

(2) una vicepresidenta que fue primera ministra durante la gestión del anterior presidente, que tampoco está afiliada al partido oficialista y que, además, fue brevemente candidata presidencial por un partido cuyo líder ataca constantemente al presidente de turno;

(3) un renunciante primer ministro, que no está afiliado ni al partido que lo llevó al congreso ni al partido que lo puso como primer ministro, y que además es acusado por la vicepresidenta de haber sido uno de los causantes de la caída del presidente anterior;

(4) un presidente del congreso que no está afiliado (y nunca estuvo) al partido del cual fue vocero y el cual lo puso a la cabeza de la mesa directiva del poder legislativo, y que ahora está en guerra abierta con dicho partido;

(5) un congreso desarticulado y rápidamente cambiante — un sistema indiscutiblemente morfogénetico en el cual las alianzas, afiliaciones, y lealtades a los partidos son pocas y que, tras la caída del presidente anterior, se ha reconfigurado al punto en que ya no queda claro cual es el partido oficialista (que en gobiernos anteriores jugaba un papel crucial), si es que alguno todavía existe.

Visto de esta manera, queda claro que los partidos políticos, salvo contadas excepciones, no son más que vientres de alquiler, y cuyo principal logro es invitar a un montón de gente a la cima del mundo político peruano para ser abandonados en la puerta del tono. El partido político debe ser una fuente de ideas y valores comunes lo suficientemente claro para que la ciudadanía los pueda identificar, y, en el mejor de los casos, se pueda identificar dentro de uno. Esto ha dejado de ser el caso desde hace muchos años, y sería relativamente sorprendente que regresaramos a este modelo y que los partidos dejen de ser caballos para caudillos, pasados al retiro al momento en que su uso deje de ser necesario. ¿Alguien se acuerda de Vamos Vecino? Exacto.

Sin embargo, la gran ventaja de esta crisis partidaria es que, por fin, después de un par de años con más cambios de personajes y movidas traicioneras y autoflagelantes que una telenovela mexicana, tenemos a un cuerpo político libre de trabas partidarias que está trabajando relativamente bien, a favor de los intereses de la nación y la ciudadanía sobre los intereses de los partidos. Es cierto que todavía existen rencillas entre partidos en el Congreso, pero el “dime de que partido eres y te diré a quien apoyas” ha quedado casi en el pasado. El hecho que Ursula Letona, otrora defensora y vocera de su partido, quizás haya renunciado a este o quizás no y a nadie en realidad le importe deja en velo la total irrelevancia de la afiliación partidaria.

Por supuesto, los grandes perdedores de esta situación son los líderes de los partidos, pero dado que estos están investigados, forzados al exilio político, encarcelados, y/o todas las anteriores, el no tener una caballería en el legislativo que los defienda a capa y espada es triste (para ellos) pero un ejemplo claro de la calidad de lealtad política que existe en el 2019 en el Perú.

Así, si se confirma que Vicente Zeballos es el nuevo Presidente del Consejo de Ministros en reemplazo de César Villanueva, tendremos un primer ministro sin afiliación al partido que lo llevó al congreso al cual renunció para formar otra bancada política, que, por su nombramiento en el gabinete, pasaría a ser la bancada oficialista por default.

Que chévere todo.

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