La decisión de nuestras vidas

Emil Caillaux
5 min readMay 27, 2021

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Más allá de hacer campaña y votar por nuestro mal menor, nos toca participar activamente en política, ejerciendo el pensamiento crítico para buscar el bien común, rechazando el extremismo por donde venga y así salir adelante.

Fuente: Politico.pe

Durante una entrevista con el periodista Jaime Chincha en RPP, el politólogo Alberto Vergara criticaba el accionar de la ciudadanía en esta campaña. Vergara decía que, como nunca, “se han vuelto hinchas de su mal menor, hasta desaparecerle los riesgos en términos democráticos […] De manera irresponsable, instituciones y actores están perdiendo la oportunidad de ejercer una ciudadanía crítica.”

Todos hemos escuchado un poco de lo mismo. Sin importar el lado en el que estén sentado, figurativa y literalmente satanizan al candidato al otro extremo. Como escribe Diego Salazar en el Washington Post,

“no basta con señalar las muchas carencias, aspectos negativos o propuestas con las que no estoy de acuerdo del candidato por el que no estoy dispuesto a votar. Hay que gritar — en Twitter y Facebook, en videos de Instagram o TikTok, en mensajes de WhatsApp, en portadas de periódico o entrevistas televisivas — que, de llegar a la presidencia, Pedro Castillo convertirá al Perú en un estado comunista de la noche a la mañana, aliado además con grupos terroristas, o que Keiko Fujimori reinstaurará la dictadura de su padre en los primeros meses, qué digo, en las primeras semanas de gobierno.”

Sin embargo, más problemática se vuelve la otra cara de la moneda: que, de espaldas a la evidencia histórica, minimizan el impacto negativo de un posible gobierno del candidato de su preferencia. Así es como nos ganamos con versiones de “te aseguro que [Fujimori o Castillo] no van a hacer eso cuando sean gobierno”, seguido de un polarizado “ah, que, ¡¿entonces por eso vas a votar por [Fujimori o Castillo]?!”

Hay ciencia detrás de este tipo de comportamiento. Robert Cialdini, profesor de la Universidad Estatal de Arizona y uno de los principales estudiosos de la psicología social de la persuasión, ha desarrollado toda una teoría alrededor de la comunicación persuasiva que gira en torno a diferentes patrones de conducta que tenemos muy interiorizados como colectivo, ante los que solemos responder siempre de una forma similar. La teoría desarrollada por Cialdini se basa en 6 principios básicos que se fundamentan en una serie de necesidades muy arraigadas en el ser humano, que podemos aplicar en prácticamente cualquier ámbito de nuestra vida y, por supuesto, también en política.

El principio en cuestión es el de consecuencia y compromiso: esencialmente, las personas tendemos a ser consecuentes con nuestras decisiones: una vez nos hemos comprometido con alguien o algo públicamente, ya sea de forma verbal o escrita, seremos más reacios a actuar contra dicho compromiso.

En cristiano, al habernos comprometido a votar por una persona o partido, vamos a ser consecuentes y evitar criticar o minimizar la crítica a esa persona o partido, porque estaríamos yendo contra nuestro propio compromiso.

No es la primera vez que esto nos pasa — esto es solo el caso más extremo de un ciclo que vivimos siempre. Allá en el 2017, Alonso Mujica escribía en Politico.pe:

“Básicamente, nos hemos transformado en computadoras que solo entienden de unos o ceros. O eres un “fujimorista violador de derechos humanos, amigo de narcos o mafioso” o eres un “proterruco caviar oenegero que apoyó al Capitán Carlos o a Toledo asalariado de las consultorías”.

Mientras la agenda siga copada y no hablemos de economía, de educación, de salud, de programas sociales, ni de reforma política, etc… ¡el Perú seguirá jodido! ¿Hasta cuándo todo será CERO o UNO?”

El mensaje es claro. Para no estar jodidos, es necesario aplicar pensamiento crítico y encontrar el espacio en el medio: entender y elegir una opción sin tener que defenderla a capa y espada, cayendo en las falencias extremistas de ver todo lo bueno de uno y todo lo malo del otro y exigiéndole a tu opción elegida que no solo te represente en la campaña sino también durante su gobierno, alzando tu voz cuando no lo haga y forzando a tu candidato a ganar tu voto y tu apoyo como representante.

Ya no es cuestión de ponerse la camiseta solo cuando Perú juega (o está en juego). Ya no vale el “no me meto en política” por 4 años y medio solo para rellenar sus redes de posts durante un proceso electoral y después quedarse callado por gran parte del quinquenio. Las peleas que siguen pueden no ser tan grandes y ruidosas como una elección presidencial, pero si requieren la participación de la ciudadanía para evitar que nuestros líderes dirijan al país hacia un lugar de mayor polarización. Ya no vale esto de “solo los flojos resentidos que no trabajan salen a marchar” o “ponen su plata y mueven masas”. Esta elección ha dejado claro de que todos pueden y quieren participar desde donde pueden y a su manera. ¿Cansa? Por supuesto. ¿Es desgastante hacerlo siempre? Seguro. Pero la alternativa es cederle tu espacio y tu voz a alguien más, y es esa apatía y rechazo a lo político lo que genera oportunidades para corromper y polarizar el sistema. Y por eso estamos como estamos, dejando el espacio político a los extremos elección tras elección.

Si llegas a una elección, no te gustan tus opciones, y recién te pones a candidatear por ideas, estás tarde. Y este ciclo electoral ha demostrado que no solo estamos tarde, sino que no nos entendemos ni sabemos como encontrar ese punto medio que nos una como país y como nación.

No quedan solo diez días para salvar al Perú. El Perú necesita que lo salven día tras día con el trabajo, el esfuerzo y -crucialmente- la participación de sus ciudadanos. La política solo es sucia si solo los sucios la juegan, y al final de cuentas, todos vivimos en el mismo sitio, cantamos el mismo himno y todos nos vamos a atener a las consecuencias de lo que pase, como siempre. Vergara, en su entrevista con Chincha, acotó: “No podemos jugarnos la vida el 6 de junio cuando tenemos que convivir todos el 28 de julio”. Entonces decidamos bien, pero también sigamos decidiendo al usar nuestra voz y nuestros dos dedos de frente, y a través del pensamiento crítico y constructivo, trabajemos día a día para entendernos más, conversar más y de manera continua, y armar esa concertación hacia un país estable, porque más nadie lo va a hacer por nosotros.

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