¡Basta ya!

Emil Caillaux
4 min readMay 21, 2024

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Nuestra clase política se aprovecha de nuestra falta de acción para hacer de las suyas. El Perú y su gente merecen más que lo que recibimos de ellos.

Un Congreso que se construye su propia clínica y se sube el sueldo y beneficios en un país donde el promedio en salud es paupérrima y la seguridad social es inexistente en todas sus formas.

Un alcalde que insiste en utilizar la vía exclusiva del transporte público más usado (y reventado en su capacidad) y se pelea con los medios porque, según él, el tráfico le impide cumplir su agenda.

Una presidenta que todavía no explica como se paga sus joyas, y que no da la cara salvo para operársela.

“El Perú hoy está secuestrado,” se dice mucho. “Por las mafias,” dicen unos. “Por los caviares,” dicen otros. “¡La DBA!” Pero la verdad, más allá de las etiquetas e ideologías, es que los mal llamados líderes de las instituciones públicas han perdido su sentido de propósito al servicio, le han dado la espalda a la ciudadanía, y se han dedicado a huaquear al Estado y llenarse de gollerías sin temor a represalias.

En el corto plazo, la culpa la tienen ellos. Teniendo todos los instrumentos a su disposición, se empeñan en decepcionarnos con propuestas que llegan tarde, mal, y nunca. ¡Puentes temporales para reducir el tráfico! ¿Cómo? ¿Para cuando? No saben. Han pasado de inaugurar colegios que colapsarán en diez años a celebrar la firma del acuerdo que, mucho más tarde, quizás termine en la construcción de algo. Quizás. Los pocos sistemas estatales que funcionaban relativamente bien se han venido abajo, ya sea por descuido (al parecer alguien creía que los sistemas de emisión de DNI y pasaportes funcionaban solitos, como por arte de magia) o por intención (adiós SUNEDU, pronto adiós SERVIR, hola caos.) “Con Punche Perú”, más que una propuesta de Estado, se siente como un golpe fulminante en el plexus nacional después de todas las cachetadas que ha recibido la ciudadanía.

En el mediano plazo, la culpa la tenemos nosotros. Por elegir mal. Por no exigir políticas públicas claras — y políticos que tengan las ganas de aplicarlas correctamente. Por dejarnos llevar por discursos ideologizados lanzados con bilis por el mínimo común denominador, cuando nuestro país claramente necesita, no una mano dura, sino manos que quieran chambear, que se compren el pleito y que hagan las cosas que se tienen que hacer para salir adelante. Esas manos, por cierto, existen, y vemos ejemplos de esfuerzos titánicos desde el sector privado, que tratan de hacer lo improbable e imposible para llenar los vacíos generados por la falta de interés del sector público. ¿Queremos ser parte de la OCDE algún día? Tenemos que elegir mejor.

En el largo plazo, la culpa la tiene la clase política en general, que ha cerrado todos los caminos hacia una renovación de cuadros para enquistarse, como un mal sueño, en el poder. ¿Cómo podemos elegir mejor si los partidos políticos nos han cerrado todas las puertas hacia nuevas propuestas y se ponen, como abusivos ex-enamorados, como las únicas opciones posibles? Adiós reformas electorales, adiós PASO, hola de nuevo, los mismos de siempre, con menos popularidad y ahora como senadores. Gracias a su desconexión con la realidad y la falta de representatividad — intencional, por cierto, para ellos al pueblo no se le escucha sino que se le usa como excusa para hacer lo que quieren —les hemos dejado la cancha libre para que hagan lo que les dé la gana, y hemos dejado que crean que son la solución, cuando, en promedio, son gran parte del problema. ¿Existe entre nuestros líderes políticos actuales alguien que pueda sobrevivir cinco años de gestión en Palacio de Gobierno, amén de generar los cambios que necesitamos para llegar adonde merecemos?

¿Que toca hacer? Decir “basta”. Basta a los excesos. Basta a las excusas. Basta a la inacción por defecto. Basta a la foto post-reunión inútil en reemplazo a la acción que tanto se necesita. Nadie nos va a venir a salvar sino nosotros. Nadie nos va a ayudar sino nosotros. ¿Por dónde comenzamos? En entender que nuestros vecinos tienen los mismos problemas y necesidades que nosotros. En tener empatía y en enfocarnos en las cosas que nos unen, no en las que nos separan. Puede sonar naif. Pero pequeños gestos — y personas abiertas a darlos y recibirlos — son las únicas cosas que llevan a grandes cambios. Y un gran gesto es decir “basta” y no aceptar las migajas que quedan mientras se comen la mesa.

Esto no es un problema exclusivo ni de izquierda ni de derecha — estamos viendo una descomposición en tiempo real de la poca institucionalidad que nos queda, aprovechando nuestra inanición y apatía. La realidad es que hay muchísimos peruanos de buena fe que lo único que quieren es trabajo honesto y lo mínimo que se merecen son oportunidades y salud para su familia. Si seguimos en nuestras rencillas ideologizadas y no cumplimos con el pacto social que nos gobierna como sociedad, nos dejamos de caretas y demandamos lo que merecemos, entonces nos merecemos lo que venga.

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